Entrevista a Lety Valero «Conscious Discipline pone un gran énfasis en crear ambientes inclusivos, de empatía, de compasión»

Directamente desde Orlando, Estados Unidos, lugar en el que reside actualmente, y a meses de haberla recibido en nuestro colegio, conversamos con Lety Valero sobre Conscious Discipline, programa de aprendizaje socioemocional que actualmente y como primera parte, se implementa en I y II ciclo y que a partir de 2024 se aplicará también en los cursos mayores.

Lety es mexicana e Instructora Máster de Conscious Discipline, que se ha posicionado como Programa «SELect» de CASEL y ha sido reconocido por Harvard dentro de los 25 mejores en aprendizaje socioemocional.

Gracias a la gestión de nuestro colegio, pionero en su implementación, cerca de 200 de nuestros profesores participaron de una jornada de aprendizaje que en dos días les permitió adentrarse en el mundo de la Disciplina Consciente, conocer su impacto y adquirir herramientas concretas para ponerlas en práctica en sus salas de clases.

La Disciplina Consciente toma como base el funcionamiento del cerebro para generar una familia escolar en que los adultos promuevan la seguridad y la conexión, de manera que los niños puedan aprender habilidades socioemocionales que les permitan ser un aporte a la sociedad y las comunidades en que están insertos, basándose en el respeto y buen trato. De esto conversamos con nuestra expositora en esta entrevista.

¿Cómo explicarías Conscious Discipline (CD) a nuestra comunidad?

Es un programa que incluye varios componentes: por un lado, habilidades de resolución de conflictos, especialmente en la línea de la asertividad para que los niños aprendan a usar su voz y a enfrentar lo que les molesta buscando soluciones. Por otro lado, disciplina, pero no desde la conducta, sino vista como la capacidad de fijarse metas y caminar hacia el logro de ellas. Del mismo modo, busca desarrollar la autorregulación: la capacidad de manejar lo que nos pasa cuando la vida no resulta como ellos quieren y enfrentarlo regulándose. Finalmente, es un programa que da intervenciones en trauma, que ayuden a los niños a sanar heridas fuertes y sobrepasar situaciones difíciles. Todo esto en un marco en donde debemos entender que esto empieza por el adulto; cuando el adulto adquiere estas nuevas herramientas y trabaja en él mismo, el adulto puede ofrecer esto al niño para que él también lo desarrolle.

¿Qué beneficios ves en esta práctica?

¡He visto en primera persona los beneficios! Porque el niño aprende a manejarse, a enfrentar los conflictos, a saber que tienen una voz y que la pueden usar. Para que todo esto ocurra, se crea un marco de conexión, de colaboración, de compasión dentro de los salones de clases o dentro de la familia, que es lo que permite que el niño pueda adquirir todas estas habilidades Ahí, Conscious Discipline pone un gran énfasis en crear ambientes inclusivos, de empatía, de compasión. Un ambiente en donde un niño se siente querido, siente que pertenece, que importa, es en el que puede lograr sus objetivos, puede regularse y sacar lo mejor de él mismo.

¿Qué crees que es clave para una implementación exitosa?

Que los adultos entiendan que esto no es «qué le vamos a hacer a los niños», sino que es «¿qué es lo que vamos a hacer nosotros?». Yo como adulto me voy a convertir en una persona más consciente de mis pensamientos, de mis sentimientos, de mis respuestas, de mis acciones, y en esa conciencia es que podemos impactar a nuestros niños. Entonces, la implementación exitosa está en el adulto, haciéndose cargo de sí mismo; el adulto haciendo una actividad de reflexión de ciertas creencias y modelos mentales que tenemos que nos fueron dados en el pasado y que hoy en día podemos verlos y darnos cuenta que no son creencias verdaderas.

¿Podrías darnos un contexto concreto?

Por ejemplo, estas creencias falsas como pensar que un niño se tiene que sentir mal para hacerlo diferente, que entre peor te sientes mejores posibilidades hay de cambio, que avergonzar, ridiculizar, minimizar, son técnicas que van a ayudar a que un niño cambie. Cuando revisamos todo esto y nos damos cuenta de que tenemos creencias que son falsas y, en conciencia entonces, elegimos cómo responder de una forma diferente, entonces existe el cambio. Todo el éxito se deriva de la conciencia y la disposición que tenga el adulto.

Muchos piensas que este tipo de programas son muy «blandos» o permisivos, ¿qué dirías a quien piensa así?

A veces hay personas que piensan así porque en nuestra mente creemos que el respeto es sinónimo de permisividad, por esa misma idea de que para que un niño cambie o lo haga mejor hay que avergonzarlo, hay que gritarle. Entonces, el opuesto a esta creencia (el respeto, la conexión necesaria para la cooperación) se pueden ver como permisividad. Pero el permisivismo es gritarle a un niño, y terminar ordenando yo los juguetes que dejó tirados, o gritarle pero igual darle la galleta que no debía comer antes de almuerzo. 

En Conscious Discipline una de las 7 habilidades que se manejan es la asertividad, tanto por parte del niño y por parte del adulto, que es decirle claramente al niño qué sí hacer y poner un límite de lo que lastima, de lo que no es correcto, de lo que no es un comportamiento deseado. Entonces, en Conscious Discipline hay mucha claridad, pero también hay mucho respeto. Claridad y respeto no son permisividad.

¿Qué rol juegan los distintos actores del colegio en este programa (alumnos, papás, profesores, papás)?

Hay diferentes actores en este programa: primero que nada, el adulto (profesor, papás, directores, etc.). El rol del adulto es siempre saber que el cambio está en uno; que el cambio no está en hacerle algo al otro, que la transformación tiene que estar en uno mismo para que el otro se vea diferente, y así se pueda comportar diferente. Por otro lado, en los niños generamos una gran empatía de unos a otros. A los salones de clases en Conscious Discipline les llamamos «familia escolar», y la razón de esto es que nos manejamos como si fuéramos una familia: me importa cuando falta un compañero, me importa que alguien lo está pasando mal, me importa que alguien del grupo no sabe hacer algo y le está costando trabajo, me importa el que está solo, colaboro haciendo un trabajo que impacta a mi familia escolar. Entonces, una de las cosas que es clave por parte de los alumnos es crear estas aulas compasivas, donde hay cariño, donde hay conexión, donde hay compasión.

Comenzamos un camino juntos ¿Qué consejos nos darías para que la implementación de este programa sea exitosa?

Una de las claves es: no se fuerza a nadie al cambio; uno cambia a uno mismo. Se motiva a los maestros, por ejemplo, a que vayan adquiriendo nuevas herramientas, pero eso no significa que les vamos a quitar lo que ya tienen. El opuesto del éxito es decir «esto que estás haciendo no lo vas a volver a hacer porque no es algo que ayude a los niños y lo vas a hacer ahora de esta manera». Por ejemplo, el quitar premios y castigos. En Conscious Discipline nos damos cuenta de que premios y castigos no le ayudan a los niños. Por el contrario, es una forma de manipularlos en el sentido de que, si te comportas de esta manera, yo te doy «x» y si no te comportas así, te quieto «y». Sin embargo, si un maestro siempre ha usado premios y castigos, para que tenga éxito no los va a quitar de inmediato; va a añadir cosas nuevas. Por ejemplo, el celebrar a los niños.

Cuando añadimos las diferentes estructuras de Conscious Discipline, como el centro de celebraciones, un árbol de amabilidad donde todos nos estamos centrando en ver la amabilidad en el otro y hacer actos amables, van a haber cosas que van a morir por causas naturales, como los premios y castigos. Hay que encontrar al adulto donde esté, y desde donde esté acompañarlos en los siguientes pasos. No es cambiar todo de un día a otro, no es implementar y agregar en mi sala todas las estructuras; es ir dando pequeños pasos, pequeños cambios, pero firmes y muy intencionales.

¿Podrías compartir algún caso real que nos permita ver la efectividad de este programa?

Hace como 10 años yo trabajaba en el Colegio Eton en Ciudad de México como Directora de Preescolar y había pasado muchas generaciones niños que desde que entraban a preescolar hasta que pasaban a primaria mantenían comportamientos de morder, pegar, botaban la torre de Lego del compañero y a los 6 u 8 años ya no tenían amigos. Yo me preguntaba por qué no ha habido una intervención o ayuda contundente, donde se pueda lograr la transformación para que el niño pueda adquirir estas habilidades socioemocionales, esta disciplina, esta autorregulación para tener éxito. Después de preguntarme mucho esto, tuve un alumno en la escuela que a los 3 años gritaba cuando algo no resultaba como él quería, lloraba, tiraba muebles, escapaba de la sala e incluso alguna vez trató de ahorcar a otro niño. La respuesta de la comunidad fue la que en general vemos: «¿qué esperan para expulsar a este niño?, si esta es una escuela de prestigio y tiene lista de espera», «¿por qué tenemos niños como él?». Me comprometí con este niño porque mi pensamiento era que no hay manera de que yo me dé por vencida cuando un niño tiene 3 años. 

Sus maestras tenían la visión que este niño necesitaba ayuda y porque no sabía cómo regularse y sabían que era difícil ser co-regulador de él. Aún así, eran capaces de ver el llamado de ayuda en su comportamiento y lo pudieron transmitir así a sus compañeros, para que cuando tuviera un arrebato le pudieran mandar buenos deseos. Sus compañeros entendieron a los 3 años que a ese niño algo le estaba doliendo, y que cuando algo le duele a alguien hay que envolverlo en amor, simplemente estando sentados y mandándole cariño. Este niño no era juzgado; era acogido. Con eso se abre el camino de posibilidades para que el niño lo hiciera diferente. Cada vez que tenía una explosión, en vez de pensar «cómo paramos el comportamiento», que es una visión tradicional, pensaban «cómo ayudamos a este niño». Le enseñaron a usar el lugar seguro, implementaba los pasos y aprendió qué hacer cuando perdía la calma. Después de 2 años él ya era otro niño. No sólo podía tranquilizarse y responder diferente, sino que se volvió el niño que ayudaba a cualquiera que estaba teniendo una emoción y se transformó en su co-regulador, ayudándolos a calmarse y mostrándoles qué podían hacer.

Él pudo vivir lo que es estar en una familia escolar, lo que es ser querido incondicionalmente, lo que es contribuir a los demás, lo que es la conexión. Con eso estuvo listo para tener éxito durante su primaria y en adelante, concluyó.

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